La madurez es la capacidad de razonar y tomar decisiones con un equilibrio entre lo emocional y lo racional, y sobre todo, con sentido común (definición extraída del libro ‘Caminando encontré las claves de la felicidad’).

Toda perspectiva ofrecida es transmitida desde los estudios en neurociencia.

En la toma de decisiones entran en juego sólo dos variables para el razonamiento lógico (sí/no, verdad/mentira, blanco/negro, bien/mal, etc.), sin tener en cuenta que desde la parte emocional entran un conjunto de variables casi infinitas. Para saber qué decisión es la correcta, tenemos que aceptar que nunca podemos saber al 100% si estábamos en lo cierto. Todo está bien en el momento que la acción posterior a la decisión tomada, ya ha concluido, si no estamos a tiempo de cambiar.

Desde mi experiencia, ofrezco una manera sencilla (evitando complicaciones), para acercarnos al éxito (financiero, personal, emocional, social…) con aproximaciones sucesivas desde herramientas como descartes, diezmado, feedback, variables lógicas y variables de peso.

Primer paso: ACEPTACIÓN. Una aceptación más allá de involucrarnos en el juicio.

Corteza prefrontal:

Lo importante es la intención con la que se lleva a cabo un plan, mirar hacia adelante, enfocarse en soluciones y no en el problema, creer que se puede conseguir el objetivo, poner toda la voluntad para actuar en pro de ello.

El algoritmo es así de sencillo: Identificar el problema, valorar/comparar/pesar las posibles soluciones, buscar la mejor solución (según las bases del siguiente párrafo), anticipar la consecuencia que pueda tener, decidir qué hacer y por último: actuar. ¿Ha tenido éxito el plan? Si es afirmativo, genial, sino, volver a la siguiente mejor solución y así consecutivamente hasta alcanzar el éxito. Si nos excedemos en invertir un tiempo valioso en encontrar solución a un problema, entramos en un bucle. Demos dos tipos de margen: uno el relajarnos y dedicarnos a otra cosa, o dos: dejar en manos del universo, de dios, de la creencia a la que le tengas fe (pero tenla) y deja que todo fluya, te sorprenderás como todo va encajando poco a poco (las decisiones no hay que forzarlas).

Las bases para la toma de decisiones son las siguientes:

  • Valorar si la decisión proviene del ego
  • Valorar el nivel de necesidad
  • Valorar la intención que se tiene
  • Valorar el tiempo invertido
  • Tener en cuenta la cantidad de personas que salen perjudicadas (cuantas menos, mejor)
  • Tener en cuenta lo que puedo hacer para que los demás salgan favorecidos (cuantas más, mejor)
  • Tener en cuenta el aprendizaje desde los errores de otros

Hemisferio izquierdo:

La parte de la lógica la utilizo desde toda mi formación tecnológica (electrónica, informática, etc.), que se basa en ‘unos’ y ‘ceros’, en el todo o nada, en la verdad absoluta o el engaño, en si es todo negro o blanco, en si está bien o mal. La creación de la vida no se basa en ese tipo de cosas para su desarrollo, sino en el aprendizaje desde el error y la persistencia (si no es este camino, es otro, pero siempre mirando hacia adelante).

De aquí se aprende que la programación de las redes neuronales no se basan en unos y ceros, sino en darle un peso a cada variable. Y es cuando paralelamente entra en juego el hemisferio derecho mantenernos en el equilibrio.

Hemisferio derecho:

Esta parte la utilizo desde toda la formación en gran cantidad de terapias enfocadas al bienestar físico y mental, y mis conocimientos adquiridos desde algunas filosofías que buscan el bien común.

Aquí entran todas las demás variables, donde forman parte las emociones en mayor medida. Se le asigna el peso de importancia a cada una de ellas, dependiendo de las bases que hemos tenido en cuenta en los puntos de arriba.

Qué me ha llevado a crear esto:

Un resumen de todo esto es el siguiente: Siempre me he interesado en la mente, en lo que podemos conseguir si somos conscientes de lo inconsciente. He corroborado el poder que tiene sobre el cuerpo de manera inconsciente y lo que se puede conseguir si consigues dominar tan sólo un poco de la mente. Me introduje en el mundo digital en el que la mente se desarrolla de manera que te hace analizarlo todo, razonarlo todo, desarrollar matemáticamente cualquier cosa para llegar al origen de un problema. Abandonas cualquier tipo de pensamiento que está fuera de una explicación científica.

Paralelamente me estuve formando en terapias que tenían que ver con el sistema nervioso central y periférico, desde masajes hasta psicoterapias. La inteligencia emocional y el desarrollo personal era lo que más me resonaba. El modo en que la gente se toma las cosas y cómo las proyecta es lo que me daba pie a seguir con el siguiente paso, que era no centrarme en buscar el por qué la gente se complica tanto a la hora de tomar decisiones dándole vueltas a los problemas, y enfocarme en hacer sencillo la toma de decisiones para buscar soluciones.

Siempre he tenido una preocupación enorme por el bien común, por ayudar a la gente, por ayudarnos unos a otros, por crear cuantas más conexiones, por tener como objetivo la unidad. Así que lo que me llevó a unir los dos campos fue la neurociencia. Me fascinaba de qué forma se moldea el cerebro según los pensamientos que se tienen, y de qué forma afecta o se manifiesta en el cuerpo físico.

La sociedad es como un cerebro, que según cómo sean las decisiones fortalecemos la conexión con otros.

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